Desidia

Y acaricié tu pelo, ese que empezaba el camino de la cumbre nevada. Me vi reflejada en tus ojos con aquellas pupilas dilatadas, y yo casi sin saberlo esbozaste un último adiós en aquel beso con sabor a hierbabuena. Un beso que sellaba el final del libro, aquel que nunca quería terminar de leer, pero del que era consciente que había una página final. Quizás el sello esté hecho de hilo, un hilo que al final se irá resquebrajando, para que pueda ser leído y disfrutar cada una de sus páginas escritas a pluma. En aquel momento, sentada en aquella nube gris hecha de desidia y espuma del mar, estiraba mi mano intentando rozar tus dedos, para alcanzarte y que me acompañases a ver el mundo desde las estrellas. Pero yo estaba en el hemisferio norte, mientras tú te encontrabas en el bosque sin rumbo alguno, sin brújula que te indicase la salida al mar. Lo que no sabía era que el mundo giraba y que pronto te volvería a encontrar, esta vez tú en una nube hecha de estrellas y yo sentada en la orilla del mar, mirando el horizonte y sintiendo tu pelo entre mis dedos. Y ahí fue cuando me desperté con una sonrisa y una lágrima salada llena de los recuerdos que grabamos juntos.





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